martes, 18 de septiembre de 2012

El Rey del Sur

Hoy he tenido un sueño de esos que perfectamente se pueden pasar a un libro y constar de un millón de años plasmados en mil páginas, pero aquí voy a intentar resumirlo lo más posible.

Todo empezaba en que aparecía yo en medio de la nada, sumergida en el agua hasta la cintura. No había  suelo, pero me mantenía en pie y en equilibrio, y la gravedad era normal. Estaba lloviendo y el agua subía.
Entonces veía que había un señor viejo y gordo a mi lado, más viejo que gordo, que estaba en sus últimas. Trataba de ayudarle, pero él me decía "No, déjame, voy a ver a los Delfines del Norte. Tú tienes otra misión: visita de mi parte al Rey del Sur".

Y así hice, en una travesía muy larga para contar aquí, caminé a través de esa "nada" mientras el agua me cubría por completo hasta llegar a un palacio hecho de agua, donde las paredes estaban hechas de cascadas de sentido inverso a la gravedad.

Conocí al Rey del Sur y a su Reina, que no se les podía ver el rostro, tan solo las manos y sus caras a través de unas piedras que tenían imágenes suyas que cambiaban por momentos, como fotogramas de ellos mismos.
Pese a que el palacio era de agua, una vez que salías de él aquél reino era como mi pueblo pero a lo grande y con gran superpoblación. Las casas eran las típicas casas de pueblo pero estaban tan apretujadas y unas montadas sobre otras que no había más que callejones. Y entre los habitantes del lugar había unos niños con el pelo rizado, que siempre parecía el mismo pero en diferentes colores que nunca se marchaban. Cuando les preguntabas te canturreaban "Nosotros estamos aquí desde que existe el Tiempo. Nos marcharemos cuando él se acabe." No había más niños nuevos por la zona, excepto aquellos que nacían ya allí.

Los ciudadanos del lugar sabían que yo estaba soñando y que no estaba allí completamente. Aquellos que no querían que estuviera allí trataron de despertarme varias veces. Dato importante del sueño: todos, si no recuerdo mal, me hablaban en español, y normalmente me hablan en lenguas que no sé traducir ni recordar.

Una de las pruebas que me hicieron para despertarme fue llevarme a lo más alto del cielo y dejarme caer. En mi cabeza resonaba las palabras de "Casi siempre despiertas. Otras, la caída te mata. A veces, vuelas".

Conseguí volar.

Pasé mucho tiempo en ese mundo. La gente, la buena gente, iba desapareciendo sin más, excepto aquellos niños. El Rey siempre era el mismo, pero su pueblo cambiaba de un día para otro. Sobretodo las familias en las que nacían niños nuevos, esas sí que desaparecían al poco tiempo de que el niño hubiera nacido. Por ello sólo habían los niños esos que canturreaban en todo el reino.

Entonces me di cuenta de lo que ese tipo de sueño significaba, al menos, al lugar que representaba en mi cabeza (lugares con agua e inmensas "nadas", no es nada nuevo en mis sueños, solo otro escalón).

Me convertí en consejera del Rey, le ayudé a cambiar, pero su Reina era arrogante y mala persona. A mí no podían hacerme daño, estaba allí y no estaba, al ser un sueño, no era como ellos, era como inmune, intocable.

Al final, sentí que me tenía que ir porque la hora de despertar se acercaba, el rey me dijo que me concedería 2 de cuatro posibles deseos.

La reina me propuso los supuestos deseos a cumplir, un poco raro todo. No los recuerdo exactamente, pero sé que nombraba los pecados capitales y ofrecía indulgencia por hacer cosas malas.

Yo pasaba ya de dirigirme a ella. Hablaba directamente con el Rey, le decía que no quería nada de esto. La conversación era algo así.

Yo-¿Puedo pedir dos deseos en vez de uno? No quiero nada de lo que ella puede ofrecerme, pero sí  de lo que vos podéis ofrecer. ¿Puedo haceros una pregunta indiscreta?

Rey- [tras pensárselo un rato, sonrió] Si está en mi poder contestarla...

Yo- ¿Quién te ha dado el poder de reinar? -en ese momento la Reina se volvió loca y trató de expulsarme de la sala, mandó que me despertasen, pero nadie la hizo caso. Su piedra, por la cual se veía su cara, se resquebrajó un poco.

Rey- No lo recuerdo -y su roca se resquebrajaba poco a poco. Había dos hombres gordos con máscaras estilo griegas, una feliz y otra más feliz, con una sonrisa maliciosa, a los pies del Rey. Se volvieron locos como la Reina y pidieron que me expulsaran.

Yo- ¿No recuerdas lo que eras antes de venir aquí? Me envía el Rey del Norte. Él ya ha cambiado. Ha ido a ver a los delfines. Ha pasado a la siguiente fase, ya no está en tu mismo mundo. No hay guerra ni rencor que valga a la gente del norte. Y cree que es momento, después de todo este tiempo aquí, de que tú le acompañes.

Las máscaras de los hombres gordos se resquebrajaron, y en cuanto la luz les toco, se volvieron ceniza. Las piedras que cubrían el rostro de los reyes hicieron igual, y el Rey resultó ser bastante más guapo que en su imagen en la piedra, mientras que la Reina todo lo contrario. Él nunca la había visto, y al ver como era realmente, mandó que la encerraran, pues en aquél lugar lo que se veía no era solo el aspecto físico, sino también el del alma.

Yo- Quiero dos deseos. Primero, olvida quien eres y recuerda quien eras. Acuérdate de Miriam.

No sé quien es Miriam, pero debió juzgar un papel importante a mi lado en el sueño. Yo estaba dándole la mano a Miriam y se la tendí al Rey, que trataba de recordar.

Yo- Y segundo, prométeme y permíteme no volver a soñar con este lugar nunca, no debo volver, hasta que se acabe el Tiempo.

El Rey asintió, y vi cómo se desplomaban las cascadas inversas del palacio, y volví a la nada. Sentí que alguien, que no podía ver, me guiñaba un ojo. Sé que era el Rey del Norte.

Oí el sonido de unos delfines y de unas ballenas. Y al momento, desperté.


Podría haber dado más detalles sobre el sueño, pero se eternizaría. Ya escribiré un libro.

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