viernes, 5 de octubre de 2012

El solitario de sombras

Hoy he tenido un sueño bastante largo en el que pasaban muchas cosas, voy a contar solo un fragmento, porque lo que viene después es un poco rollo.

Era una chica a la que le tenían prohibido parpadear, porque cada vez que parpadeaba, ella, y otros 4 amigos aparecían en una "prueba" diferente.
Las pruebas eran juegos de mesa pero llevados a la vida real. Casi nunca acababa los juegos, porque parpadeaba antes de ello. Todo empezaba con un ajedrez, pero no dio tiempo siquiera a moverme, parpadeé antes de que empezase.

Pero había un juego que duraba más que el resto.

Ella y los cinco estaban de pie al borde de una cascada en medio de la nada, parecía el borde de la Tierra en esos tiempos en los que aún no era redonda. Los que estaban de pie eran solo siluetas negras, y sus sombras caían por la cascada como si estuvieran cosidas a los zapatos. Las sombras eran opacas.

Luego nos dábamos cuenta de que nosotros no éramos las siluetas, sino las sombras, y nuestras siluetas eran nuestras sombras. Una cosa un poco extraña.

Yo tenía que jugar a un juego parecido al solitario. Eran cartas de póquer, obviamente. Recuerdo cuatro cartas en especial: 7 de rombos,  2 ó 3 de tréboles, Reina de Picas (pero era de color rojo) y 3 de Corazones (pero con los corazones colocados simulando un gran trébol). La que mejor recuerdo es el 7 de rombos. por supuesto, había muchas más cartas, de hecho creo que salía casi toda la baraja, pero las que se me han quedado son ésas.

Cada vez que hacía algo bien, las sombras se acortaban y se acercaban a la silueta, a veces podían hasta tocarla, como atacarla. Cada vez que hacía algo mal, la silueta atacaba a la sombra, y la sombra se alargaba más, cayendo por la cascada.

Sabíamos que si nos alargábamos demasiado, caeríamos a la Nada y nuestras sombras tomarían nuestra Personalidad y ocuparían nuestro lugar.

A parte de mí, había 3 chicos y 3 chicas. Recuerdo cometer un error muy grande, y perder a uno.

Entonces parpadeé, y estaba en una silla de ruedas en un hospital, muy entumecida. Me llevaban en un suelo de hospital de color azul bebé pálido que estaba muy encerado y resbalaba muchísimo. Me iba desperezando y me levantaba, y entonces llevaba al que me había estado llevando a mí en la silla.

Y no mucho más que contar, nos tirábamos dando vueltas al edificio como si fuera una pista de hielo hasta que desperté.

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