lunes, 8 de julio de 2013

El Jardín de los Sueños, Recuerdos Sellados y Libros (I)

No supe cómo había llegado hasta allí. Todo a mi alrededor eran flores, que sin ánimo ni apariencia de laberinto, formaban una flora salvaje y estratégica para que cualquiera que entrase en el Jardín no supiera cómo salir sin ayuda de alguien que lo conociese.

El Jardín era infinito. Estaba sola y perdida, dando vueltas y pensando que el Jardín tenía vida propia y que cada vez que miraba a otro lado jugaba a cambiar de posición a mis espaldas, pero en cuanto me daba la vuelta todo estaba quieto y tranquilo.

"Estuve en este lugar antes" recordé de otro sueño que tuve en la víspera de todos los santos de 2008 ó 2007 "Era un cementerio, y daba al mar, aunque nunca lo vi. Esta debe ser la otra cara que no llegué a encontrar..."

Entonces un sonido me llamó la atención: ruido de coches. Seguí el sonido y llegué hasta un límite. 

me quedé aturdida, no sabía que podía haber un límite en aquél mundo infinito.

Vista de los rascacielo de Gran Vía desde la azotea del CBA | Foto de David Fernández MolinaNo podía ver, ni oír como en la vida real, pero sentía que al otro lado de aquella mata de flores y hiedra estaba un precipicio, y el precipicio daba a la calle Alcalá de Madrid. Era de noche, y apenas pasaban coches, pero los podía sentir. 

Sentí al ángel de la Metrópolis mirar con ojos de ciego las calles, controlando y cuidando; y mirar hacia el Jardín como quien mira sin ver, como si supiera que hay algo que no puede percibir.


-Es la frontera con el Mundo Real -dijo una voz a mi espalda. Me asusté mucho, creí que estaba sola. Me giré rápidamente, preparada para defenderme. Pero en cuanto la vi supe que no  iba a atacarme.

Una mujer mayor, esbelta, con el pelo corto y gris me observaba. Tenía un libro en la mano. No recuerdo su ropa, pero llevaba un chal, creo que morado, que no le pasaba por el cuello y le colgaba de los hombros.

Me invitó a dar un paseo y hablamos durante horas ¿De qué? No lo recuerdo, pero sé que se trataban de recuerdos.

Oí los bombarderos.

-La gente viene aquí a esconder y preservar lo que más aprecian. Supongo que tú has entrado por la entrada tradicional -dijo señalando una entrada de metro abandonada, apenas visible entre la hiedra, que hasta que no señaló yo juraría que no había visto- ¿dónde vas a esconderlos?

Y entonces me di cuenta de que tenía unas fotos y algo más en la mano. No recuerdo nada de lo que salía en las fotos ni de qué era lo otro, pero me hago a la idea. Supongo que esconderlos tuvo su efecto, ahora son Recuerdos Sellados.

Por indicaciones de la mujer decidí esconderlos en una fuente, dentro del agua, cerca de un foco y el bordillo.

No había monedas en la fuente, pero había algo que brillaba mucho más. Un collar. Supe al instante que era de la mujer que me acompañaba.

-Perteneció a mi familia, y es el recuerdo de mi primer amor -dijo, y comprendí que no debía urgar más en sus recuerdos, así que no quise preguntar más.

Coloqué las fotos en el fondo de la fuente y puse lo otro encima para que no flotasen.

Os mentí cuando dije que no me acordaba de lo que salía en las fotos. En realidad sí me acuerdo de algo, aunque sea poco. Me acuerdo que salían algunas personas que nunca llegarán a existir. Y personas que se fueron hace mucho y nunca dejaron fotos como aquellas.

Había una foto en la que salíamos tres personas, una de ellas una chica, que nunca llegará a ser. 
En otra salíamos cinco personas sentadas en unos escalones de madera, tres en la banda de arriba y luego otra y yo abajo. Los de la parte de arriba jamás llegarán a ser algo más real que un sueño. En algunas fotos salían estas personas inexistentes con mis difuntos, todos sonrientes y en conjunto.

Y así bastantes más fotos donde se mezclaban personajes reales vivos, reales difuntos e inexistentes.

Volví a oír bombarderos, y desperté.

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