lunes, 8 de julio de 2013

El Libro Maldito

Estábamos a la entrada de un templo con ornamentación estilo egipcia, o quizás más antiguo que los egipcios. He soñado más veces con ése lugar, sé que dentro tiene laberintos que se mueven como serpientes a cada paso que das, que el camino nunca es el mismo. También sé que hay un cementerio bajo el templo, desde mucho antes de que el templo existiese.

Pero en esta pesadilla estábamos acampados a su entrada, no dentro ni saliendo (huyendo) de él.

Nos separamos con nuestros sacos y esterillas para cubrir toda la entrada al Templo.

Al cabo de unos segundos decidimos apiñarnos, porque a todos nos imponía que hubiera cincuenta metros entre cada uno, sobretodo porque con la poca luz que había parecía que estábamos solos.

Sé que éramos cinco, dos amigas, un amigo, yo y... no recuerdo quién es el quinto miembro del grupo.

Una de mis amigas nos habló aquella noche de un libro maldito, un libro que podían leer los vivos, los muertos, y los que nunca existieron. Un libro que estaba leyendo y que ahora se sentía obligada a seguir escribiendo, y decía que la estaba consumiendo.

Recuero que le hice la pregunta clave sobre de qué trataba el libro, y tras un largo silencio, en el que supe que había acertado, ella sólo dijo "Sí".

Intenté relajar a los demás diciendo que eso eran tonterías tradicionales, que teníamos que dormir ya. Hicimos algunos chistes para borrar la pesadilla en vida. Y por fin nos dormimos.

Al poco rato, unos chillidos me despertaron. Mi compañera pedía ayuda. Decía que había algo dentro de su saco que se la estaba intentando comer.

Entonces me di cuenta de que ya no estábamos a la entrada del templo, sino dentro de él.

La gritamos que saliera del saco y la ayudamos a salir. Observamos el saco, y no habíanada dentro. Ella, del dolor, cayó al suelo y comenzó a retorcerse, diciendo que algo la estaba destrozando.

Le arrancamos la ropa para ver si ese algo estaba bajo el pijama. Al desnudarla vimos su espalda, que era arena. Arenas del tiempo. Una cascada de arena y algún escarabajo salían de su espalda.

Nuestra amiga se estaba deshaciendo en arena.

Aquél que no recuerdo quién era, el quinto miembro del grupo, me pasó unos utensilios. Recuerdo verter agua sobre la cabeza de mi amiga y colocar un crucifijo sobre su frente y decir unas palabras que ni yo sé lo que querían decir ni en qué idioma estaban. Desde luego, no sonaban ni a latín, ni a griego, ni arameo, ni nada de eso. Ni a ningún idioma europeo. Más que palabras era un lenguaje de sonidos... era una cosa muy extraña.

Luego me separé de ella, y su espalda había dejado de sangrar escarabajos y arena.

Algo en el aire era diferente. Había calma y no corría el viento. Presagio de lo peor.

-Oh, no... estamos dentro del templo... -susurró mi amigo.

Entonces lo oímos, un grito único, pero como si lo dijese un ser compuesto de varias personas. Muchas voces, una misma boca. Desde la oscuridad, aullando.

Y entonces le vimos correr hacia nosotros. Un ser que parecía una mala costura entre piel de hombre, lobo y oso, con tentáculos, además.
Tenía seis brazos, la mayoría de los cuales acababan en muñones vendados. Ninguno de sus brazos parecía provenir de la misma criatura.

Se abalanzó sobre nosotros. Mientras mis amigas se alejaban, los chicos y yo intentamos luchar contra él.

Parece que la pelea fuera a cámara lenta, podía ver sus pasos y dónde iba a dar cada puñetazo, pero yo también me movía a cámara lenta y no fui capaz de esquivarlos todos.

Los chicos inmovilizaron algunos de sus brazos, llegando incluso a arrancar alguno mal cosido.

Yo fui más lenta, me pegó un puñetazo con uno de los muñones en las costillas  de abajo a la derecha, y desperté.

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