viernes, 29 de enero de 2016

Donde estuve todo este tiempo

Si estás leyendo ahora el blog, y has probado a leer alguna de las entradas anteriores, te habrás dado cuenta de algo: soy una pésima escritora.

Pero lo importante es que, escribiese lo que escribiera, siempre escribí por mí.

Y hasta que entré en la Universidad, todo lo que hice era por puro gusto.

Me gustaba a mí. Me hacía feliz leer, escribir, hacer fotos y especialmente me gustaba pintar. Cuando tenía odio acumulado, cuando tenía presión en la cabeza como si fuera a estallar por el lado izquierdo; cogía un pincel y se me pasaba.

También me gustaba construir y todo aquello que fuera constructivo. Desde Legó y Geomagnet hasta ciudades enteras de bricks reciclados. Podía pasar haciendo cualquier cosa mientras fuera artístico y creativo, incluso matemático a veces, pero en especial constructivo.

Era una niña que disfrutaba aprendiendo.


Pero luego llego ella: Bolonia.

Bolonia me enseñó muchas cosas bonitas, pero tuve que sacrificar otras muchas. Adiós pinceles, adiós libros de ficción, adiós mi alma. Por suerte los veranos eran largos y podía recuperar un atisbo de lo que había sido.

 Los que se suponían que iban a ser los 5 mejores años de mi vida, como muchos me prometieron que sucede cuando "estudias lo que te gusta", se convirtieron en una espiral oscura de competitividad y comparación. Me gusta ser buena en algo, como a todos supongo, pero nunca me importó ser la mejor, o por lo menos mejor que alguien.


Llevo estos últimos 4 años haciéndome la misma pregunta: ¿Entraron a Farmacia siendo así de corruptos y podridos, o la carrera les volvió así de desagradables?

Y lo que más me preocupa: ¿Me estaré volviendo yo también así? ¿Estaré perdiendo mi humanidad y formando parte de este juego sucio?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cada vez que no dejáis un comentario ¡¡Schrodinger mata y no mata un gatito!!