Otra vez esa sensación, la de vivir una vida desde una tercera persona.
No, no es la sensación que tiene la mayoría de la población sobre que alguien controla su vida, no. Más bien es la sensación de estar viviendo una vida ajena, de habitar un cuerpo que no te pertenece, y de ver su vida como quien ve una película. O más bien como un videojuego, porque al fin y al cabo, yo manipulo al protagonista.
Sí, exacto, es como si hubiera una pantalla que me impidiese vivir la vida en primera persona, y me alegro o entristezco levemente de lo que me sucede, pero esos sentimientos auténticos que solía tener ante la realidad están perdidos, o al menos mis maneras de manifestarlos. Los gestos se han vuelto movimientos reflejo ante situaciones concretas, no ante sentimientos concretos.
Y el resto del tiempo solo queda ese vacío que me reconforta, y de algún modo, me llena. Paso la mayor parte del tiempo en un estado asentimental, completamente alienada de la humanidad. Paso la mayor parte del tiempo en un estado de paz.
Ni si quiera echo de menos el sentimiento de echar de menos.
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