Había más como yo. Flotábamos por el espacio, a veces alrededor de la Tierra (de hecho a mí me daba hasta vértigo mirarla) esperando a que un cuerpo fuera abandonado y en ese momento habitarlo.
No es que aquéllos seres que éramos no pudieran tener sentimientos, que los tenían... lo que pasa es que no podían manifestarlos.
Teníamos una especie de bono que valía por X sentimientos, una vez que se agotaba no podíamos manifestar más sentimientos, y por lo tanto teníamos que abandonar el cuerpo.
Recuerdo que este sueño ha sido como si fueran cientos y cientos de años, generaciones y generaciones de vidas.
Pero cada vez que moría, volvía a vagar por el espacio, flotando, y apenas recordaba la vida que acababa de vivir, buscando sin prisa un nuevo planeta y un nuevo cuerpo que habitar.
Recuerdo observar a los que en teoría fueron mis hijos, o al menos los hijos de mi cuerpo, en mi propio funeral, y preguntarme a mí mismo (o misma, yo que sé que era) sobre porqué lloraban.
Recuerdo discursar con una compañera de esencia pura, como yo, sobre ello, sobre qué eran los sentimientos, al fin y al cabo, cuando los mirabas de manera abstraída no eran más que prioridades según la especie.
No sé, recuerdo sentir cosas por dentro, preguntarme qué eran esas cosas y, ya que sin cuerpo no podía manifestarlas, no podía comprenderlas, hasta que volvía a habitar otro cuerpo. Recuerdo, además, ser muy permeable a sentimientos ajenos.
No sé, en fin, supongo que el sueño se ha resumido en un debate conmigo misma sobre qué es un sentimiento.
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