Mis amigas tradicionales, que habían organizado la fiesta en mi honor, habían invitado a sus amigos, no a los míos, a gentes que en la realidad no me caen mal, pero prefiero mantenerme alejada de ellos.
El caso es que les trataba echar de mi casa y no me hacían caso.
Discutía con la que consideré hasta cierta edad mi mejor amiga, era una discusión muy fuerte, que acababa muy mal, en la que nos decíamos (o más bien, yo le decía) muchas verdades, y un millón de cosas de las que estaba harta, entre ellas, su relación con esas gentes que no son santo de mi devoción.
Cuando conseguía echarles de mi casa, resultaba que empezaba a caminar por un pasillo que siempre acababa en pared y otro pasillo a la derecha.
Tras mucho caminar, acababa en el pasillo de casa de mi abuela, donde estaban todos de fiesta otra vez.
Les volví a echar, pero esta vez había más amigos.
Eché de la casa a los traidores y me quedé con los amigos fieles, de fiesta en la piscina.
Creo que ya sé cómo y con quién celebraré este año mi cumple...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cada vez que no dejáis un comentario ¡¡Schrodinger mata y no mata un gatito!!